La apnea obstructiva del sueño es uno de los trastornos del sueño más frecuentes en nuestra población. Su prevalencia aumenta con la edad y aunque se trata de una patología frecuentemente infradiagnosticada, se estima que la padecen entre 27-80% de la población mayor de 60 años (1). El objetivo de este tema del mes es hacer un breve resumen de esta patología incidiendo en lo que se conoce sobre su impacto en la salud del adulto mayor.
Definición:
Desde la publicación del último documento internacional de consenso sobre la apnea obstructiva del sueño (2), se actualiza su nomenclatura y se recomienda la denominación de “apnea obstructiva del sueño” y sus siglas “AOS”, eliminando el término previo que resultaba algo más complejo.
Se considera AOS cuando se cumple uno de los dos criterios (2):
- La presencia de un índice de apneas-hipopneas (IAH) ≥ 15/h predominantemente obstructivas.
- La presencia de un IAH ≥ 5/h asociado a uno o más de los siguientes factores: excesiva somnolencia diurna, sueño no reparador, cansancio excesivo y/o deterioro de la calidad de vida relacionada con el sueño, no justificable por otras causas.
Gravedad:
La valoración actual de la gravedad de la AOS es uno de los temas más ampliamente discutidos con respecto a esta patología. Su clasificación se basa exclusivamente en el IAH y no contempla otros parámetros que influyen tanto en el desarrollo de la enfermedad como en sus consecuencias a largo plazo. Además del IAH, se recomienda tener en cuenta el tiempo con saturación de oxihemoglobina por debajo de 90% (CT90), la somnolencia diurna medida por la escala de Epworth, el índice de masa corporal (IMC) y la presencia de comorbilidades cardiovasculares (hipertensión arterial, diabetes mellitus tipo 2, dislipemia, enfermedad coronaria, insuficiencia cardíaca y fibrilación auricular) (Fig.1). Sin embargo, no se dispone en la actualidad de puntos de corte ni de escalas concretas para incorporar estas variables en la clasificación de la gravedad (2).
Fuente: hablandodegeriatria.com