La alta frecuencia de fragilidad en entornos comunitarios requiere que los médicos de atención primaria evalúen y manejen a los adultos mayores en riesgo de fragilidad o que ya lo son. El poco tiempo que disponen dificulta desarrollar un plan integral de diagnóstico y manejo para los síndromes geriátricos, siendo necesario enfoques fáciles y rápidos para ayudarlos a identificar a los pacientes con fragilidad.
Desde la última Conferencia Internacional de Investigación en Sarcopenia y Fragilidad (ICFSR) recomiendan los siguientes test de cribado: La escala FRAIL, la escala de fragilidad clínica (CFS) y el Vulnerable Elders Survey (VES-13). Todas ellas son herramientas que se pueden responder en menos de 5 minutos y son predictivos de discapacidad y mortalidad. Se recomienda también detectar la disminución de la capacidad intrínseca definida como la combinación de las capacidades físicas y mentales; para su evaluación existe el instrumento de “Atención Integrada a las Personas Mayores” (ICOPE) que mide la cognición, movilidad, desnutrición, discapacidad sensorial y depresión, y que permite también intervenciones tempranas destinadas a revertir la pre-fragilidad o la progresión de la fragilidad. Por su baja especificidad estas herramientas requieren la confirmación de la fragilidad con una valoración geriátrica integral (VGI), ya que permitirá diseñar e implementar intervenciones oportunas y personalizadas que pueden mejorar los resultados. Remarcan así, que la VGI es un proceso tanto diagnóstico como terapéutico. En el manejo de la fragilidad, el ejercicio, la nutrición y la VGI representan intervenciones efectivas y basadas en evidencia en la atención primaria.
La detección y el manejo de la fragilidad son enfoques necesarios para reducir la discapacidad en personas mayores. Es importante adaptar un modelo sanitario al envejecimiento de la población hacia un modelo global y centrado en el paciente, con el objetivo de prevenir la fragilidad y la discapacidad.
Alicia Calle. Servicio de Geriatría. Parc de Salut Mar.27