Desde geriatría, debemos analizar aquello que influye en la percepción de salud de las personas en edad avanzada. Además del mantenimiento de un buen estado físico, los pacientes muestran especial preocupación por preservar su propio rol en un entorno que promueva su participación en la comunidad. La soledad constituye un estado emocional de aislamiento social percibido. Su asociación con patologías como el deterioro cognitivo o la depresión ha sido demostrada, pero su relación con la insuficiencia cardiaca (IC) no es tan usual.
El trabajo publicado en la revista Journal of the American College of Cardiology estudia una cohorte, de 464773 participantes (56,5 ± 8,1 años, 45 % hombres), con 12898 casos incidentes de IC, durante un seguimiento de 12,3 años. El aislamiento social y la soledad se evaluaron mediante cuestionarios autodeclarados. Los casos de IC se identificaron mediante registros hospitalarios. El aislamiento social (HR ajustado: 1,17; IC 95%:1,11-1,23) y soledad (HR ajustado: 1,19; IC 95%: 1,11-1,27) se asociaron significativamente con un mayor riesgo de IC. Los participantes con aislamiento social no deseado eran más propensos a tener estilos de vida poco saludables y antecedentes como cardiopatía isquémica y diabetes, independientemente del riesgo genético (single-nucleotide variation).
Fomentar la creación de programas de intervención para combatir el sentimiento de soledad en personas mayores, tanto en la comunidad como en el entorno residencial, es primordial. Los determinantes sociales de salud suponen un reto debido a su repercusión global en el estado de salud del paciente, precisando mayor investigación que los analice específicamente en la población anciana.
Yanira Aranda. Médico Geriatra. Hospital Universitario Cruz Roja. Madrid