Es imposible saber el diagnóstico de van Gogh. Algunos hablan de neurosífilis, otros de varios brotes psicóticos, otros de intoxicaciones o epilepsia y no existen pruebas concluyentes para ninguna. Lo que sí es verdad es que cambió su arte. El encierro convirtió sus tonos vivos en grises apagados y sus temas variados en repeticiones del arte que se había llevado consigo y de lo poco que veía por la ventana.
No es diferente esto de lo que vive Dolores, que se ha olvidado de qué día es porque “es que aquí los días son todos iguales” o de Miguel, que piensa que está encerrado por las noches, pero que por la mañana hace autocrítica y se pone nervioso porque “está perdiendo la cabeza”. En ellos también la vida pasa de ser rica en experiencias a una rutina que no es suya y que les confunde.