En 2013 se reunieron en Toulouse investigadores de la Academia Internacional de Nutrición y Envejecimiento (IANA) y de la Asociación Internacional de Gerontología y Geriatría (IAGG) para tratar de establecer un consenso sobre la definición de fragilidad cognitiva, en que se vincula fragilidad física y cognición, ante la creciente utilización de dicho término y la necesidad de establecer un marco conceptual común.
En este artículo se revisa de manera crítica el concepto de fragilidad cognitiva, la relación entre fragilidad física y cognición, así como los mecanismos fisiopatológicos comunes conocidos hasta el momento y su evidencia: eventos cardiovasculares (diabetes, dislipemia, hipertensión), deficiencias nutricionales (desnutrición, deficiencia de vitamina D), desequilibrios hormonales (disminución de testosterona, resistencia a la insulina), inflamación, acumulación beta-amiloide en el cerebro, pérdida neuronal nigral, estilo de vida, y depresión. Asimismo, se proponen medidas de prevención primaria y secundaria, siendo fundamental una valoración geriátrica integral y una intervención multimodal.
El artículo además expone la controversia que suscita incluir mediciones concretas como un CDR (Clinical Dementia Rating score) o la distinción entre reserva y fragilidad cognitiva. Concluye que la comprensión de la relación entre fragilidad física y cognición abrirá la puerta a nuevas estrategias de prevención y manejo de ambas condiciones.
Bárbara Pérez Pena, geriatra, Clínica Psicogeriátrica Josefina Arregui, Alsasua, Navarra.
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