El concepto teórico de fragilidad nacido de “nuestra” geriatría está impregnando (o si lo preferís decir de otra forma, contagiando) de forma progresiva y transversal al resto de especialidades médicas y quirúrgicas.
En el último número de Journal of the American College of Cardiology: Cardiovascular Interventions, Dodson y cols buscaron la asociación de fragilidad con el riesgo de sangrado en situaciones de infarto agudo de miocardio (IAM). Conceptualizaron la fragilidad mediante un grupo de 3 ítems relacionados con funcionalidad (deambulación y actividades de la vida diaria) y cognición, construyendo una escala entre 0 (no fragilidad) y 6 puntos (fragilidad severa). En este registro multicéntrico norteamericano de 129.330 pacientes mayores de 65 años ingresados por IAM, objetivaron una prevalencia de fragilidad (3 o más puntos en la escala descrita) del 16,4%, que además se asociaba a mayor riesgo de sangrado si se realizaba cateterización. También identificaron el hecho de ser frágil con una menor utilización de dicha técnica. Los autores concluyen la necesidad de optimizar estrategias clínicas para evitar sangrados en este sector poblacional e implementar la valoración de la fragilidad para mejorar la toma de decisiones en terapias invasivas en pacientes con IAM.
Es evidente la necesidad de colaborar con el resto de especialidades que habitualmente tienen contacto con pacientes ancianos para optimizar los cuidados que reciben dichos pacientes, y pasar de una fase de “fragilismo” teórico, a una de implementación de medidas reales que permitan revertir situaciones de fragilidad y abordar de una manera más sensata a nuestros ancianos.
Nicolás Martínez Velilla, geriatra, Complejo Hospitalario de Navarra
Píldoras de Geriatría Basada en Evidencia.
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