Las prácticas de bajo valor son acciones diagnósticas y terapéuticas de dudosa utilidad, ya sea por no haber demostrado su eficacia o su rentabilidad. En el ámbito de la medicina es esencial dictaminar qué intervenciones deben guiarse por criterios de eficacia, seguridad, eficiencia y sostenibilidad. Las sociedades científicas elaboran, a veces, listas de pruebas y tratamientos, eludiendo procedimientos que carecen de beneficios y son potencialmente dañinos. Sin tener en cuenta la sobreestimación de los beneficios y minimizando los riesgos, la descoordinación entre los niveles asistenciales, la intolerancia a la incertidumbre, la práctica de medicina defensiva o los deseos de satisfacer.
En una reciente revisión1 se recomienda iniciativas con múltiples enfoques que incorporen cuatro conceptos de cambio: educación (p.ej. erradicar la solicitud de análisis seriados en pacientes estables o reevaluar la indicación de sondajes vesicales), inclusión de recordatorios para el personal sanitario (como ventanas emergentes en la historia clínica), continuidad interprofesional y estandarización de actuaciones, y la aplicación de una gestión rigurosa.
El papel de geriatría en la prevención e identificación de estas prácticas es clave en todos los niveles asistenciales, haciendo indispensable organizar de forma eficiente los recursos y valorando en cada intervención el riesgo y el beneficio de pruebas diagnósticas, cribados y tratamientos.
Yanira Aranda Rubio
Servicio de Geriatría
Hospital Central de la Cruz Roja, Madrid
REFERENCIA
- Silverstein W, Leis J, Moriates C. “4 E’s” Ways That Clinician Can Reduce Low-Value Care on Medical Wards. JAMA 184(3), 2024: 322-3. doi:10.1001/jamainternmed.2023.7632