Hay pocas cosas tan nuestras como “echarse la siesta”. Es una costumbre a la que se tacha de inadecuada, ya que se asocia a conductas sedentarias. Pero en realidad es una práctica que tiene toda una explicación biológica, y que procede de muy antiguo, desde tiempos romanos. En latín “sexta” corresponde a la hora del mediodía. Además, esta costumbre está más generalizada de lo que podamos llegar a pensar, ya que personalidades como Churchill o Ancelotti han sido o son fervientes defensores.
Así que en esta reciente revisión sistemática y metaanálisis han intentado analizar su relación con el desarrollo de deterioro cognitivo. Para ello siguieron los criterios PRISMA 2020. Analizaron 25 estudios, donde se incluían a individuos de más de 60 años en los que se analiza la duración de la siesta y del sueño nocturno, así como la frecuencia de la siesta. En todos consta una valoración de la cognición y de la memoria global. La conclusión de este estudio fue la ausencia de asociación entre la siesta y la cognición y la memoria global independientemente de las características de la población. Es decir que estos hallazgos no fueron modificados por las características individuales, incluida la edad media, el sexo o la cantidad de sueño nocturno.
Esta información podría tenerse en cuenta para proporcionar recomendaciones de estilo de vida a adultos tanto, con problemas cognitivos, como sin ellos, aunque ellos mismos reconocen que son necesario muchos más estudios.
Oscar Macho Pérez @osmachope
Médico adjunto geriatría. Consorci Sanitari Alt Penedès-Garraf. Vilanova i la Geltrú, Barcelona