El “síndrome de Yentl” fue acuñado en 1991 por Bernadine Healy, directora del National Institutes of Health, constatando la invisibilidad de las mujeres en estudios sobre enfermedades cardiovasculares, los cuales estaban orientados mayoritariamente a la sintomatología del varón, pudiendo generar juicios clínicos erróneos en el sexo femenino. La insuficiencia cardiaca (IC) constituye una de las patologías más frecuentes en cardiogeriatría y es una de las principales causas de muerte en la mujer (después de los eventos cerebrovasculares, la demencia y la cardiopatía isquémica) por lo que constituye un desafío habitual del geriatra. Su infrarrepresentación en los ensayos clínicos, sumada a la que sufre la población anciana, supone una limitación para la aplicabilidad de la evidencia científica disponible.
Para visibilizar esta laguna de conocimiento progresivamente han surgido nuevos trabajos, como esta revisión publicada en Pharmacology & Therapeutics, que actualiza las diferencias relacionadas con el sexo en el tratamiento de la IC. En este sentido, resalta que las mujeres presentan predominantemente IC con fracción de eyección preservada; están infrarrepresentadas en ensayos clínicos (p.e, solo constituían el 21% en el estudio PARADIGM-HF que analizó la eficacia de sacubitrilo/valsartán); poseen diferencias farmacocinéticas (como menor volumen de distribución para fármacos hidrófilos y mayor en lipófilos, junto con menor filtración glomerular) y farmacodinámicas (p.e. una digoxinemia ≤0,9 ng/mL y no mayor puede reducir la mortalidad en mujeres). Además, presentan más frecuentemente reacciones adversas y estas son más severas, requiriendo probablemente menos dosis de los fármacos de primera línea como IECA, ARA-2 y beta-bloqueantes.
A día de hoy, tenemos la oportunidad y el deber de concienciar sobre la necesidad de analizar estos déficits, buscando una medicina individualizada y más segura para las usuarias.
Yanira Aranda Rubio. Geriatra. Hospital Central de la Cruz Roja, San José y Santa Adela. Madrid.