Es evidente el impacto que la pandemia ha tenido en nuestros adultos mayores, no sólo por la infección; sino por la situación de aislamiento social a la que se han visto sometidos en un intento prevenir la propagación de la COVID-19.
En este estudio retrospectivo de la Universidad de Chicago y California publicado en el JAGS entrevistaron a 2554 adultos de 55 años o más que también fueron entrevistados en 2015, dentro del Proyecto Nacional de Vida Social, Salud y Envejecimiento (NSHAP). Casi una cuarta parte declaró no tener contacto en persona (presencial) con la familia (22%) o los amigos (25%). La mayoría tuvo contacto regular con la familia o los amigos por teléfono (78% frente al 60%) o mensajes (69% frente al 63%), mientras que sólo el 25% y el 17% declararon tener contacto regular con sus familiares y amigos mediante videollamadas, respectivamente. Los resultados del modelo de regresión muestran una relación entre la disminución del contacto presencial con la familia y amigos con una menor felicidad, una mayor frecuencia de sentimientos depresivos y mayor soledad en relación con el año 2015.
Aunque mostraron bajas tasas de contacto a distancia durante la pandemia, bien por falta de acceso, capacidad y/o interés en utilizar la conexión tecnológica; el contacto personal no puede ser sustituido para mantener la salud mental. Se necesitan estudios prospectivos más amplios; así como estrategias de adaptación para facilitar el contacto presencial seguro de los adultos mayores que han experimentado un deterioro global a causa del aislamiento social.
Mª Mar Camúñez Montiel. Geriatra. Hospital Universitario del Henares. Madrid.